17/3/14

Un verdadero católico: Monseñor Juan Straubinger, por el Prof. Carlos Nogué.



Por el Profesor Carlo Nogué, tomado del blog  "SpesSantoTomas"

Monseñor Johann Straubinger, llamado en castellano Juan Straubinger (EsenhausenBaden-Wurtemberg26 de diciembre de 1883 — StuttgartBaden-Wurtemberg23 de marzo de 1956), fue un sacerdote católico alemán exiliado en Argentina durante la II Guerra MundialDoctor honoris causa por la Universidad de Münster, profesor de Sagrada Escriturateólogo (y exégeta), fue además traductor de la Bibliay su traducción, hecha no de la Vulgata sino de las lenguas en que se escribieron las Escrituras, nos parece una de las mejores de las hechas a las lenguas neolatinas – sobre todo por sus numerosas, largas y profundas notas.
Más que eso: Monseñor Straubinger fue seguidor del milenarismo hasta su condenación por Pío XII y el Santo Oficio, después de lo que, dócilmente, como siempre debe hacer el católico ante el magisterio, no solo dejó de ser milenarista, sino que pasó a hacer eco de esta decisión magisterial. Y es lo que se puede ver, por ejemplo, en la larga nota de su traducción a los “mil años” del Apocalipsis (cf. La Santa Biblia, traducción directa de los textos primitivos por Mons. Dr. Juan Straubinger, La Plata, Universidad Católica de La Plata, 2007, pp. 383-384). No dejéis de adquirirla. Sin embargo, transcribimos a continuación la referida nota:
«“La primera resurrección”, he aquí uno de los pasajes más diversamente comentados de la Sagrada Escritura. En general se toma esta expresión en sentido alegórico: la vida en estado de gracia, la resurrección espiritual del alma en el Bautismo, la gracia de la conversión, la entrada del alma en la gloria eterna, la renovación del espíritu cristiano por grandes santos y fundadores de Órdenes religiosas, o algo semejante.


La Pontificia Comisión Bíblica ha condenado en su decreto del 20-VIII-1941 los abusos del alegorismo, recordando una vez más la llamada “regla de oro”, según la cual de la interpretación alegórica no se pueden sacar argumentos.
Sin embargo, hay que reconocer aquí el estilo apocalíptico. En I Cor. 15:23, donde San Pablo trata del orden en la resurrección, hemos visto que algunos Padres interpretan literalmente este texto como de una verdadera resurrección primera, fuera de aquella a que se refiere San Mateo en 27:52-53 (resurrección de santos en la muerte de Jesús) y que también un exégeta tan cauteloso como Cornelio a Lápide la sostiene. Ver I Tess. 4:16, I Cor. 6:2-3, II Tim. 2:16 ss y Filip. 3:11, donde San Pablo usa la palabra “exanástasis” y añade “ten ek nekróon”, o sea, literalmente, la ex-resurrección, la que es de entre los muertos. Parece, pues, probable que San Juan piense aquí en un privilegio otorgado a los demás Santos (sin perjuicio de la resurrección general), y no en una alegoría, ya que San Ireneo, fundándose en los testimonios de los presbíteros discípulos de San Juan, señala como primera resurrección la de los justos (cfr. Lc. 14:14 y 20:35).
La nueva versión de Nácar-Colunga ve en esta primera resurrección un privilegio de los santos mártires, “a quienes les corresponde la palma de la victoria. Como quienes sobre todo sostuvieron el peso de la lucha con su Capitán, han de recibir un premio que no corresponde a los demás muertos, y éste es juzgar, que en el sentido bíblico vale tanto como el regir y gobernar al mundo, junto con su Capitán, a quien por haberse humillado hasta la muerte, le fue dado reinar sobre todo el universo”.
“Con el cual reinarán mil años”: sobre este punto se ha debatido mucho en siglos pasados la llamada cuestión del milenarismo o interpretación que, tomando literalmente el milenio como reinado de Cristo, coloca esos mil años de los vv. 2-7 entre dos resurrecciones, distinguiendo como primera la de los vv. 4-6, atribuida sólo a los justos, y como segunda y general la mencionada en los vv. 12-13 para el juicio final del v. 11.
La historia de esta interpretación ha sido sintetizada en breves líneas en una respuesta dada por la Revista Eclesiástica de Buenos Aires (mayo de 1941) diciendo que “la tradición, que en los primeros siglos se inclinó en favor del milenarismo, desde el siglo V se ha pronunciado por la negación de esta doctrina en forma casi unánime”. Agrega a este respecto que “las voces milenio y milenario se prestan a confusiones”.
Muchos aún creen que se aplican a los que esperaban el fin del mundo para el año mil, o sus proximidades, como el célebre Apringio de Beja en su Comentario al Apocalipsis (531-548), que decía fundarse en las 70 semanas de Daniel, iniciadas antes de Cristo, o como San Beato Liébana “que presagió que el mundo se acabaría en el año 800”.
Todos los exégetas modernos están de acuerdo en que el período del encierro de Satanás no puede tomarse en sentido absoluto, porque al final es nuevamente soltado el diablo por un tiempo (versículos 3 y 7; cfr. 22:5).
También coinciden todos en que ese encierro se Satanás se producirá algún día.
Donde las opiniones divergen es en cuanto a sostener si ese reinado establecido por Cristo se manifestará entre su segunda venida y el juicio, o tan sólo después en el reino de la gloria, y si tal vez la Iglesia ha de identificarse son ese tiempo de paz imperturbable en que el diablo “no anda engañando a las gentes” v. 3).
Muchos Padres antiguos, entre ellos Papías, San Justino, Tertuliano, San Hipólito, Lactancio, San Victorino, San Teófilo, etc., siguen la primera opinión, y San Ireneo, el cual invocaba a los “presbíteros” discípulos de San Juan, la defendía como una “verdad de fe tan cierta como la existencia de Dios y la resurrección de la carne”.
Posteriormente varían los criterios, y San Agustín declaró que la abandonaba a causa del abuso que de ella hacían los milenaristas carnales.
San Jerónimo escribe, con respecto a esas opiniones, que “aunque no las sigamos no podemos, sin embargo, condenarlas, porque muchos varones eclesiásticos y mártires así lo dijeron. Cada uno abunde, pues, en su sentido y resérvese todo para el juicio del Señor”.
La Sagrada Congregación del Santo Oficio [con la firma de Pío XII] puso fin a muchas discusiones declarando, por decreto del 21 de julio de 1944, que la doctrina que enseña que antes del juicio final, con resurrección anterior de muchos muertos o sin ella, nuestro Señor Jesucristo vendrá visiblemente a esta tierra a reinar, no se puede enseñar con seguridad (tuto doceri non posse) [respecto a la fe; cfr. Cuestiones Teológicas, I, 1 de febrero de 2014].
Para información del lector, transcribimos el comentario que trae la gran edición de la Biblia de Pirot-Clamer sobre este pasaje:
La interpretación literal: varios autores cristianos de los primeros siglos pensaron que Cristo reinaría mil años en Jerusalén antes del juicio final. El autor de la Epístola de Bernabé es un milenarista ferviente; para él, el milenio se inserta en una teoría completa de la duración del mundo, paralela a la duración de la semana genesíaca = 6.000 = 1.000 años. San Papías es un milenarista ingenuo. San Justino, más avisado, empero, piensa que el milenarismo forma parte de la ortodoxia. San Ireneo, lo mismo, al cual sigue Tertuliano. En Roma, San Hipólito se hace campeón contra el sacerdote Caius, quien precisamente negaba la autenticidad joanea del Apocalipsis, para abatir más fácilmente el milenarismo”.
Relata aquí Pirot la polémica contra unos milenaristas cismáticos, en que el obispo Dionisio de Alejandría “forzó al jefe de la secta a confesarse vencido”, y sigue: “Se cuenta también entre los partidarios más o menos netos del milenarismo a Apolinario de Laodicea, Lactancio, San Victorino de Pettau, Sulpicio Severo, San Ambrosio. Por su parte, San Jerónimo, ordinariamente tan vivaz, muestra con esos hombres cierta indulgencia. San Agustín, que dará la interpretación destinada a hacerse clásica, había antes profesado durante cierto tiempo la opinión que luego combatirá. Desde entonces el milenarismo cayó en el olvido, no sin dejar curiosas supervivencias, como las oraciones para obtener la gracia de la primera resurrección, consignadas en antiguos libros litúrgicos de Occidente”.
Más adelante cita Pirot el decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, que transcribimos al principio, y continua: “Algunos críticos católicos contemporáneos, por ejemplo Calmat, admiten también la interpretación literal del pasaje que estudiamos. El milenio sería inaugurado por una resurrección de los mártires solamente, en detrimento de los otros muertos.
La interpretación espiritual: Esta exégesis comúnmente admitida por los autores católicos, es la que San Agustín ha dado ampliamente. Agustín hace comenzar este período en la Encarnación, porque profesa la teoría de la recapitulación, mientras que, en la perspectiva de Juan, los mil años se insertan en un determinado lugar en la serie de los acontecimientos. Es la Iglesia militante, continua Agustín, la que reina con Cristo hasta la consumación de los siglos; la primera resurrección debe entenderse espiritualmente del nacimiento a la vida de la gracia; los tronos son los de la jerarquía católica, y es esa jerarquía misma, que tiene el poder de atar y desatar. Estaríamos tentados de poner menos precisión es esa identificación. Sin duda, tenemos allí una imagen destinada a hacer comprender la grandeza del cristiano: se sienta, porque reina.
Sin embargo, quedan todavía muchos aspectos del problema sin solución. Fillón, citando a Vigouroux, observa que es éste uno de los lugares más obscuros de la revelación misteriosa hecha a San Juan y agrega: “Después de haber leído páginas muy numerosas sobre estas líneas, no creemos que sea posible dar acerca de ellas una explicación enteramente satisfactoria”.

No sería, pues, una actitud razonable, ni conforme a las enseñanzas del Sumo Pontífice, el mirar la declaración antes referida como un motivo de retraimiento en el estudio de las profecías escatológicas de la Biblia, sino que, por el contrario, como dice Pío XII, deben redoblarse tanto más los esfuerzos cuantos más intrincadas aparezcan las cuestiones, y especialmente en tiempos como los actuales, que los Sumos Pontífices han comparado tantas veces con los anuncios apocalípticos, y en que las almas, necesitadas más que nunca de la palabra de Dios, sienten la necesidad del misterio y buscan como por instinto refugiarse en los consuelos espirituales de las profecías divinas, a falta de las cuales están expuestas a caer en las fáciles seducciones del espiritismo, de las sectas, la teosofía y toda clase de magia y ocultismo diabólico».  

13/3/14

Biblia del Padre Felipe Scio online



En este link pueden encontrar la Biblia del p. Scio de San Miguel.
La Biblia es una edición protestante de la traducción de Scío, por lo que a pesar de tener los libros deuterocanonicos no contiene notas

https://archive.org/details/labibliasagrada00socigoog


En esta web se encuentran los Evangelios de la traducción de Scío

http://www.synodia.org/libros/scio/

Aqui puede descargar la Biblia completa, bilingüe y con las notas originales en varios tomos

http://juanstraubinger.blogspot.mx/2014/11/descargar-gratis-la-biblia-de-scio.html

En este link puede descargar la Biblia de Felipe Scío por partes:

http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080024043_C/1080024043_C.html

Mons. Dr. Juan Straubinger: La Biblia Platense y su traductor

JUAN CARLOS RUTA


Junio de 1939. Desde Jujuy llega a todos los centros católicos del país, una modesta publicación con el título "Revista Bíblica".

Se firman directores de la misma Mons. Juan Straubinger y el Dr. Cl. Kopp. El primero reside en San Pedro de Jujuy, el segundo, en Mount Carmel, Palestina.

Explicando los motivos que los impulsan a iniciar esta obra, después de citar documentos pontificios y episcopales en favor de la lectura de la Biblia, escriben: "Oyendo tan autorizadas exhortaciones, nadie creerá superfluo un esfuerzo especial por difundir y explicar la Sagrada Escritura... "

Dicen luego que al órgano trimestral que comienzan a publicar, no quieren darle "un carácter tal elevado que solo interese a los especialistas de la Biblia, ni tan llano que sólo sirva para la propaganda vulgar". La revista se propone abarcar tanto temas científicos, como cuestiones prácticas relacionadas con la lectura de la Biblia, siguiendo, paso a paso, las instrucciones ele la Santa Iglesia.

"La Biblia ¡Liber Sacerdotalis"!, "¿Cómo leer la Sagrada Escritura?, "Los fariseos", son algunos títulos de este primer número.

Para quien haya seguido la vida de la Revista, es fácil comprobar, que estos temas han sido objeto de repetidos estudios, que dicen bien a las claras la intención apostólica de los autores.

Junto a ellos se agrupan  temas arqueológicos y filológicos. Más tarde nacerá una sección litúrgica.

Es interesante observar las reacciones que provoca la Revista. ¿Quién es Straubinger? Algunos plantean la disyuntiva: o un valor desconocido o un audaz. Se le tiene cierto recelo. Esto de apostolado bíblico huele a protestantismo. Pero la Revista continúa saliendo. Voces de aliento la sostienen. Nacen suscripciones por toda América.

Una tarde, la de Pascua de 1940, el Seminario de La Plata ve llegar a Monseñor Straubinger, a quien el Sr. Arzobispo, Mons. Juan Pascual Chimento, ha ofrecido la cátedra de Sagrada Escritura.

Los alumnos se agrupan en torno al neo-profesor. Curiosidades satisfechas. "Parece que sabe mucho". "Posee más de una docena de lenguas". Comentarios, No hay duda, es un hombre interesante. Un poco extraño para nuestra modalidad latina.

* *  *

Straubinger da sus clases: Sagrada Escritura, Patrología, Griego bíblico (más tarde, Hebreo); atiende la capellanía del Hospital Italiano, y trabaja sobre la versión castellana que de la Biblia hiciera Felix Torres Amat, publicada entre los años 1823-1825, preparando una edición de la misma. Al publicarla, nos dice: "Esta edición no es una nueva traducción de la Vulgata. Hemos escogido la versión de Torres Amat, que, a su vez, se funda en otras". No hay duda que ha aprovechado a Scio, a la traducción italiana de Martini, y más aún la versión hecha en Bolonia, del jesuita español José Petisco.

"Torres Amat es amigo de la dicción perifrástica, mayormente en los libros poéticos. Sigue menos literal mente a la Vulgata, y trata de ampliarla, por las notas explicativas intercaladas en el texto, más todavía por cierta tendencia a sustituir la precisión de la Vulgata por giros perifrásticos. 'Versión perifrásica', la llama por eso Cornely-Merk. Para evitar posibles errores y falsos conceptos, nos hemos  visto  precisados  a  acomodar su versión, en no pocos casos, a la de la Vulgata, más concisa.

"Además, hemos sacado las notas explicativas que en las ediciones corrientes han sido intercaladas en el texto sagrado; aunque se las marque con letra bastardilla".

Es, pues, un trabajo de depuración. Queda el texto limpio. Además, un buen número de notas que, en algunos libros del Nuevo Testamento, llegan a ser casi tan extensas como el mismo texto sagrado. De esto hablaré luego.

La Editorial Guadalupe va publicando  tomo tras tomo, comenzando con el Nuevo Testamento.

El P. José Gallinger, SVD, responsable en un tiempo de dicha Editorial, escribía en 1980, en la Revista Bíblica: "El beato Arnoldo Jansen, Fundador de la Societas Verbi Divini (SVD), siempre alentó a sus hijos a servir a la Palabra de Dios, no sólo por la predicación misionera, sino también por los impresos. Nada extraño, pues, que justamente con el nacer de la SVD en la Argentina naciese también la 'Imprenta Guadalupe'. Fue gracias a Monseñor Straubinger, agregado como autor, que se pensó hacer de la imprenta una Editorial dedicada especialmente a ediciones sobre Biblia y Liturgia. Esto último estaba encabezado por el entonces Abad benedictino de Buenos Aires, Dom Andrés Azcárate; mientras Monseñor Straubinger, ofrecía su traducción al castellano del Nuevo Testamento. Su insistencia era la de iniciar con una edición de 10.000 ejemplares. Para entonces (1940) era una audacia inconcebible. El Consejo de Ediciones objetaba que serían necesarios diez años para vender la edición. Pero, los hechos dieron la razón a la intuición de Monseñor Straubinger. En algo más de un año se vendieron los 10.000 ejemplares, y se multiplicaron luego las ediciones. Se continuó con la edicíón de la versión de los Salmos, para encarar la publicación de la Biblia completa en cinco tornos, La Biblia comentada para  la Vida, una obra maravillosa, verdadera  'suma  bíblica' por las profusas notas y comentarios salidos de la pluma de Monseñor  Straubinger".

* *  *

En 1944, Straubinger tiene 61 años. Ha llegado el momento en que va a comenzar la obra para la que Dios lo ha ido preparando: la traducción directa de toda la Biblia y su comentario.

Nada mejor que releer lo que él mismo dice al presentar su obra:

"No sin cierta inquietud presenta el autor una nueva edición de la Biblia, y en vez de congratularse por ello, se siente más bien obligado a justificar el esfuerzo intentado, que muchos consideraban imposible.

"Casi al acaso comenzó esta edición. Después de haber publicado los cinco tomos de la Biblia Vulgata, el que esto escribe pensaba descansar de sus tareas de publicista. Fue entonces cuando una gran editorial argentina, deseando mostrar su adhesión al IV Congreso Eucarístico Nacional, quiso ofrecer al público una traducción directa de los Evangelios según el texto original griego.

"Rechazada la demanda por creerla superior a sus fuerzas, hubo al fin de acceder ante la insistencia de los editores.

"En septiembre de 1944, prologada por su Em. el Cardenal Santiago L. Copello, vio la luz la la traducción argentina de los Evangelios. Víctor Rebuffo ilumió el texto con 186 xilografías.

"El Cardenal Primado, en una emotiva ceremonia, bendijo el 4 de octubre del mismo año la edición que se presentaba en tres tipos distintos, a los que se sumaba un ejemplar único impreso en pergamino,  destinado a Pío XII.

"Muy pronto la Pía Sociedad de San Pablo, en sano afán de difundir la palabra de Dios, hizo varias ediciones populares del mismo texto, las que pasaron el medio millón de ejemplares vendidos en toda América. Chile y Venezuela encargaron y obtuvieron una edición propia. El grano de mostaza crecía.

"El éxito logrado por la bendición de Dios, impulsaba al autor y a los editores a proseguir la obra emprendida. En el año 1945 se puso en venta una lujosa edición de los Hechos de los Apóstoles. Dos años más tarde le  siguieron,  en  dos  tomos,  las  Cartas  de  San Pablo. Ambos libros tuvieron también sus ediciones populares.

"En el año 1948, la casa editora Desclée, de Brouwer y Cía. publicaba la traducción íntegra del Nuevo Testamento.

"Esta edición, aparte de la más favorable acogida, le valió al traductor el título de Doctor honoris causa, conferido por la Facultad Teológica de la Universidad de Münster (Alemania).

"Quedaba concluída así, la primera parte de la obra emprendida. Maduraba entretanto la segunda, a saber, la traducción del Antiguo Testamento según el texto hebreo. Fueron primicias de éste trabajo, los Salmos publicados en 1949 por la misma casa editora Desclée, de Brouwer y Cía.

"Llega ahora el momento de entregar al público esta flamante traducción del Antiguo Testamento. De éste modo la nueva versión se presenta en cuatro tomos, a los que se agregará un quinto, conteniendo una Concordancia actualmente en preparación, y un sexto comprendiendo un Atlas Bíblico.

"Tal es, en brevísimos rasgos, el origen y el desarrollo de esta traducción. Siete años de ímproba labor, llenadas todas las horas con persistente trabajo.  Siete años son pocos si se considera la magnitud de la obra. Pero son muchos para quien tiene que realizarla".

En una carta del 17 de Marzo de 1951, escribe: "Este año saldrá, si Dios quiere, mi Antiguo Testamento, la primera traducción católica americana según los textos primitivos. La llamaremos Biblia platense.

* *  *

¿Quién es Straubinger?

Debo dejar constancia que él mismo, espontáneamente, y sin que yo se lo solicitara, me entregó, por escrito, los datos fundamentales de su vida, diciéndome: "Tome, un día usted tendrá que hablar de mí'. Era en Alemania, el año 1952.

Straubinger nace el 26 de diciembre de 1883, en Esenhausen, en la provincia de Württemberg, del sur de Alemania.

Un coterráneo suyo, Rodolfo Obermüller, pastor protestante de larga y conocida actuación en nuestra patria, en un hermoso artículo titulado: "Al amigo desconocido", publicado en el número extraordinario con que la Revista biblica, en 1984, homenajeó a su fundador con ocasión del centenario del nacimiento de éste, escribía:

"Hay algo gracioso en su apellido. Significa 'alguien que viene de Straubing', de una ciudad que se extiende a orillas del río Danubio, en Baviera. Ésta gente tenía espíritu de viajero curioso. Los jóvenes que querían perfeccionarse como artesanos, recorrían diversas ciudades y países y recibían el apodo de 'fraile Straubinger'. Hasta el primer cronista de la llegada de los descubridores al Río de La Plata, vino de Straubing y regresó allá: el famoso Mtz. Schmidl. De todo esto hay algo en nuestro amigo: un elemento peregrinante, descubridor y acriollable.

"La tierra chica de su origen, el pago de Alta Suavia, es una zona rural idílica, de verdes paisajes, y ondulantes, entre lomas y valles, con arroyos y bosques. Casi un Entre Ríos, casi un Uruguay...

"¿De dónde venía? Era un hijo del campo. Nació en Esenhausen, en una gran chacra, el día de san Esteban mártir, segundo día de la celebración de la Navidad de 1883. Y al día siguiente era el de su patrono, san Juan, Apóstol y Evangelista. De ellos venía: de un diácono y de un Evangelista. De niño creció en una región llena de conventos y catedrales de riquísimo barroco, con una mayoría casi absoluta de habitantes católicos, aunque bajo el gobierno de  un rey protestante que daba mucha libertad de culto. Así fue como de joven aprendió a vivir con protestantes libres. A 6 km. de Esenhausen está situada la aldea de Wilhelmsdorf, una colonia de moravos, de culto sencillo y muy bíblico y con varios institutos de caridad: hogares para niños discapacitados, para huérfanos, para enfermos alcohólicos, y seminarios de maestros cristianos. Imagino que todo ello contribuyó a formar en él un gran amor por la Biblia, una ardiente pasión por la caridad, y un sentido interés por la vida docente.

"Su Iglesia parroquial, en Esenhausen, está consagrada a la memoria de San Martín. ¿Aprendió de él a compartir su túnica con el necesitado? ¿Lo preparó para vivir como exiliado en las tierras de otro San Martín, patrono éste de la ciudad de Buenos Aires? ¿Lo unió con aquel Martín que tradujo la Biblia a su idioma vernáculo? Hay como una resonancia de las impresiones que debe haber recibido desde su niñez de parte de los moravos, en su afirmación de que Jesús vive en medio de nosotros, no solamente en la Eucaristía, sino también en su santa Palabra, el Evangelio'.

Ordenado sacerdote en 1907, lo hallamos dos años más tarde como Repetitor del Nuevo Testamento y Moral, en la Universidad de Tübingen, en la que había estudiado. Enseña hebreo en el Seminario, y de paso sigue cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad, donde, en 1912, se doctora en lenguas orientales e Historia comparada de las religiones, con una tesis sobre las variantes dialectales del arameo.

Treinta y ocho años más tarde, sus notas al Antiguo Testamento nos sorprenderán por el conocimiento que revela de las distintas religiones orientales.

El mismo año de 1912, su Obispo lo envía a Roma, para que se perfeccione en Ciencias Bíblicas. Prosigue con ahinco el árabe -"la lengua más difícil que he estudiado"- le oímos decir, y logra llegar a expresarse en ella con corrección.

El Instituto Bíblico le acuerda  una  subvención que le permite viajar a Palestina. El Instituto Arqueológico de la Gorres-Gesellschaft de Jerusalén lo beca.

Intenta algunas "locuras", como el mismo dice. La primera de ellas, es ir solo al Sinaí. Siente como una obsesión tischendorfiana. Tischendorf, el 4 de Febrero de 1860, encontró y obtuvo el valiosísimo "Codex Sinaiticus", del siglo IV de la Biblía de los LXX, en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí.

Straubinger sueña con descubrir manuscritos que amontonen el polvo de 14 ó 15 siglos. No estaba equivocado. La biblioteca en cuestión, contiene todavía ahora, pero ya inventariados, el códice Sirsin, la más antigua traducción de la Biblia, que probablemente dependa de un texto griego del siglo II, y el palimsesto siríaco del siglo IV, además de 2289 ms. griegos, 580 árabes y 276 siríacos.

Hoy día, uno llega cómodamente allí en auto, por un camino asfaltado, que forma parte del llamado circuito del  Sinaí. Pero no era así en 1913. Straubinger decide andar en camello los centenares  de kilómetros que lo llevarán desde Jerusalén al Sinaí.

El viaje fracasa. El árabe que contrata como servidor, lo asalta y lo despoja, en el desierto, incluso de su cabalgadura.

No se desalienta. Apunta entonces hacia Persia. La guerra del 14 le trunca el proyecto.

Pasa a Turquía, como capellán de la marina alemana, donde parte de la flota queda apostada durante los años de la guerra, y aprovecha la larga estadía para estudiar, entre otras cosas, la lengua turca, en la que, como en la arábiga, logra hablar corrientemente. Vaya al respecto, una anécdota referida por él mismo. Ya en La Plata, treinta y cinco años más tarde, con gran esfuerzo, emplea esa lengua para atender  un enfermo grave en el Hospital Italiano de esta ciudad.

* *  *

Terminada la guerra, vuelve a Alemania. El joven científico, 35 años, hace siete años que falta de su patria. Piensa dedicarse a la cátedra universitaria y la investigación. Los planes de Dios son otros. Su Obispo lo nombra director diocesano de Cáritas. 

En 1948, al presentar su traducción del Nuevo Testamento al castellano, escribe Straubinger:

"No queremos terminar sin dejar aquí un recuerdo agradecido al que fue nuestro primer y querido mentor, instrumento de los favores del divino Padre: Monseñor doctor Paul W. von Keppler, obispo de Rotenburgo, pío exégeta y sabio profesor de Tubinga y Friburgo, que nos guió en el estudio de las Sagradas Escrituras. De él recibimos, durante muchos años, el estímulo de nuestra temprana vocación bíblica con el creciente amor a la divina Palabra y la orientación a buscar en ella, por encima de todo, el tesoro escondido de la sabiduría sobrenatural". Es él mismo quien ahora abre un nuevo capítulo en la vida de Straubinger. Comienza una actividad totalmente distinta de los trabajos intelectuales que hasta ahora lleva realizados.

Esta nueva fase le va a permitir adquirir un conocimiento directo de las necesidades espirituales y materiales de su pueblo. Más tarde, muchas de sus notas han de apuntar a una aplicación concreta, viva, de los preceptos evangélicos, dejando entrever que el que las escribe, los ha practicado antes.

Entretejiéndose sin confundirse, ciencia y experiencia de la vida, serán dos ricas vetas que Monseñor explotará en provecho de sus comentarios bíblicos.

* *  *

El estudioso se revela un extraordinario conductor y realizador de obras asistenciales. 

Wangen es una pequeña ciudad alemana, a unos 30 kms, de la frontera suiza. Región sumamente pintoresca, pequeñas colinas, bosques, aire ozónico y, a lo lejos, la vista de la montaña helvética.

Allí, en 1931, puso sus ojos Straubinger, director de Caritas de Rotenburgo. ¿No será posible levantar una casa para niños tuberculosos?

Lenta pero tenazmente se comenzó la obra. Se acudió a los préstamos bancarios. Se compraron unas hectáreas sobre una pequeña elevación del terreno, fueron levantados los primeros pabellones e iniciada la plantación de árboles por el mismo creador de la obra.

El sanatorio se hace un hermoso y completo edificio con capacidad para más de 400 niños, dotado del instrumental más moderno y afamado también en el exterior por sus trabajos científicos.

Cuando, en 1952, lo visitamos con Monseñor, aparte de estar embanderado el edificio para homenajear a su fundador, nos recibió el mismo director que, siendo un joven médico, había sido elegido e inducido por Straubinger para dedicarse a esa noble misión.

Es una de las muchas obras creadas o impulsadas por Straubinger, las que no vamos a inventariar aquí. Sólo otra referencia: la creación de una empresa de seguros, fuente de recursos para Caritas. También sus tres pisos nos recibieron con banderas.

Unicamente quien está interiorizado de la organización de la Caritas alemana, puede apreciar debidamente la dedicación que ella exige, por la multiplicidad y variedad de sus emprendimientos, a quien asume la responsabilidad de su dirección diocesana.

* *  *

¿Y el estudioso de la Biblia?

Straubinger no se olvida de la Escritura. Pero ahora su preocupación fundamental es difundirla. Para ello, después de larga maduración, funda en Stuttgart, el 22 de Septiembre de 1933, el movimiento bíblico popular católico.

El movimiento bíblico de Alemania -escribe Straubinger en 1953-, que hoy se llama Bibel-Werk, tiene, como dicen sus estatutos, por objeto:

  • propagar los libros sagrados en el pueblo cristiano según las normas establecidas por la autoridad eclesiástica.
  • explicar al pueblo Cristiano el Libro de los libros, para que sea fuente de espiritualidad y estímulo de vida cristiana.

"Este fin y objeto se realiza por medio de sermones biblicos, catequesis bíblica, 'Horas bíblicas' (Bibelstunden), publicaciones especiales, películas, discos, mapas de Palestina etc., y también por medio de una proyectada unificación del texto de las traducciones, para que con el tiempo se imponga una sola versión en lugar de las muchas que ahora están en curso...".

No sin un dejo de tristeza, agrega: "Toda la obra tuvo que comenzar de nuevo después de la guerra. Pues primero fue obstaculizada por Hitler, y en la guerra fue destruida la casa donde estaba alojada" (Estos parrafos están tomados de un artículo que, bajo el título: El movimiento bíblico en Alemania,  publicó  Straubinger en la Revista de Teología, año 1953, no 12, La Plata).

Para editar y difundir la llamada "Biblia Keppler" y las otras publicaciones arriba mencionadas, funda la Editorial Keppler.

La pluma de nuestro hombre no está inactiva. Aparte de artículos, publica varias obras sobre temas bíblicos y sobre Caritas.

Citemos dos. En colaboración con José Bartle, escribe  el  libro: Praktisches  Bibelhandbuch,  un  texto para la iniciación bíblica. También en colaboración, una Concordancia , de textos bíblicos, "la cual -dice­ aunque no es completa, ofrece en alemán 64.000 citas bíblicas para uso de predicadores y catequistas".

En 1963, tuve ocasión de visitar, en Stuttgart, la exposición con que el Movimiento bíblico popular, en pleno florecimiento, conmemoraba su treinta aniversario. En la entrada, se encontraba una gran foto de Straubinger, con la  leyenda: "Homenaje  del Movimiento bíblico popular  a su fundador".

* *  *

Año 1937. Llega la etapa más impensada y, sin duda, la más trascendente de la vida de Monseñor: su venida a la Argentina. Sobre la misma se han dicho muchas generalidades. El mismo no dio a conocer los datos precisos sino el año 1952, ya de vuelta en Alemania. Son los que siguen.

El Nacionalsocialismo había ido sembrando calumnias sobre la actividad de la Iglesia católica en Alemania.

Un Domingo del año 1937 (no tengo registrada la fecha exacta), se leyó desde los púlpitos de todas las Iglesias, una extensa carta en la que se refutaban dichos infundios.

Lógicamente, el régimen totalitario no podía tolerar el hecho. Durante la semana, la policía secreta investiga quién es el responsable de dicho escrito, orientando sus sospechas hacia Straubinger, quien ya había tenido dificultades con las autoridades por defender la libertad e identidad de las obras asistenciales de la Iglesia.

El sábado, la policía logró quebrar la resistencia psíquica de un sacerdote, secretario de Monseñor, a quien identificó como responsable del escrito que, aparte su lectura pública, ya circulaba por todo el territorio alemán.

El Domingo, la policía acude a buscar y apresar a Straubinger. Este había ido a visitar el Sanatorio creado por él en Wangen. Se logró avisarle por teléfono que se andaba tras él. Straubinger tiene una idea audaz-, podemos pensar en una gracia de Dios- intenta ir a Suiza que, como ya quedó dicho, está a treinta kms. de Wangen. Straubinger llevaba siempre consigo su pasaporte. Va a la estación de ferrocarril, compra el pasaje, y con su portafolio y u paraguas, cruza en corto tiempo la frontera, sin dificultad alguna. Al día siguiente, el gobierno lo denuncia públicamente como enemigo, y se ordena su captura. Todavía no se conocía su paradero.

La historia puede pensarse como novelesca o providencial. Pero es real.


Una vez en Suiza, se dirige a la residencia de una congregación de  religiosas alemanas, quienes lo alojan.

Obtiene del Obispo del lugar, la autorización para permanecer sólo un año en la diócesis porque hay "demasiado  clero".

Straubinger proyecta dirigirse al Brasil, y comienza a estudiar portugués. Ya sabemos: los proyectos del hombre no coinciden siempre con las destinaciones de Dios.

Monseñor Enrique Mühn, de la congregación del Verbo divino, primer obispo de Jujuy, era hijo de alemanes. El año 1938 viaja a  la tierra de sus padres, pasando por Suiza, y alojándose en la  casa religiosa donde vivía Straubinger, al que invita a venir a su Diócesis.

Straubinger tiene 55 años y no sabe castellano, pero acepta la invitación y el desafío, comenzando a estudiar la lengua que será el instrumento en su nuevo campo apostólico. Digamos, al pasar, que tenía una envidiable facilidad para los idiomas.

Monseñor Mühn lo nombra párroco de San Pedro, una ciudad con una población estimada, en ese momento, en 25.000 habitantes. Párroco celoso, de quien se recordará más tarde su preocupación por los pobres, no se olvida de la Biblia. Allá, en ese rincón del extremo norte de nuestro país, en el límite con Bolivia, nacerá el movimiento bíblico argentino, cuyo punto de partida es la publicación de la Revista Bíblica. "Monseñor Dr. Juan Straubinger había creado entre nosotros un movimiento bíblico que perdura todavía en el ecumenismo de nuestra época" (Obermüller). "Es el propulsor primero y decisivo del Movimiento bíblico en toda América latina" (Gallinger). No son estas afirmaciones gratuitas. La revista de Straubinger, en pocos años, tenía suscriptores y corresponsales en todos los países de América.

* *  *

En una reunión del episcopado argentino -hoy diríamos de la Conferencia episcopal-, Mons. Mühn conversa con Mons. Juan Pascual Chimento, Arzobispo de La Plata, interesándolo por el destino de Straubinger, acerca del cual pensaba, y con razón, que se le debía proporcionar otro ámbito de labor. En ese momento, la cátedra de Sagrada Escritura en el Seminario San José estaba vacante, pues  su titular había pasado a desempeñarse como Vicario General de la Diócesis de Mercedes. Monseñor Chimento se la ofrece a Straubinger, quien veía ahora abierto un nuevo camino para sus proyectos bíblicos.

Fue por este camino, que la tarde aquella de Pascua que dije, vimos aparecer en la portería de nuestro Seminario   a  Monseñor Straubinger, con el mismo portafolios y -el mismo paraguas con que se había ido a Suiza.

Aquí va a trabajar ahora.

En su atelier, un modesto cuarto, se lo ve frente a una Biblia hebrea. Traducciones alemanas, inglesas, españolas, pueblan su escritorio.

Un par de grandes tijeras y un frasco de goma de pegar nos dicen claramente que sabe aprovechar todo el material que ha recolectado en libros y revistas.

Un día le pregunto por qué recorta en lugar de copiar sus propias notas anteriores. "Ahorro tiempo", es la respuesta.

Diez horas, a veces más, pasa Monseñor en su escritorio. Trabaja todos los días del año. Es ejemplar el modo de aprovechar el tiempo. "Hay que aprovechar los cinco minutos", repite a quien lo quiere oír o imitar.

Se fija una cantidad de trabajo para cada día, y lo realiza pase lo que pasare en la casa donde vive.

Junto con la traducción de la Biblia, redacta artículos para la Revista Bíblica, y escribe obras como "Espiritualidad  bíblica".

Al dejar la Argentina, había publicado  23 volúmenes en distintas editoriales. Escribe todo a mano, con una caligrafía clara y pareja, que deja adivinar, al igual que su trato personal, un espíritu sereno y equilibrado, un corazón habitado por la paz bíblica.

No ha olvidado la caridad hacia los cuerpos. Poco a poco se forma una pequeña clientela de carenciados.

Terminada la segunda guerra mundial promociona, junto con otras personas de raíz alemana, la obra internacional de ayuda a Alemania, que se realiza mediante el envío de cajas de alimentos.

El drama de su patria estaba vivo en su corazón. Quería rehabilitar su nombre. Y el de la Iglesia católica. Así, "decretó" que yo escribiese un libro sobre  ella. Para ese fin, me hizo invitar por la central nacional de la Caritasverband. El libro apareció en 1953, en Buenos Aires, con el título Alemania Católica, y en Alemania, en 1954, traducido por Monseñor, quien me acompañó incansablemente durante las múltiples visitas a obras, parroquias, instituciones, y también tuvo a bien leer y discutir conmigo el manuscrito, a fin de que reflejase con exactitud la imagen pretendida.

* *  *

El 25 de Octubre de 1951, Straubinger se despide de los lectores, de Revista Bíblica.

"Gracias al permiso que me otorgara el Exmo. Sr. Arzobispo Dr. Tomás Solari de La Plata, me será posible hacer un viaje a Europa y, Dios mediante, también a Tierra Santa para estudiar los progresos de la arqueología bíblica en el país del Redentor.

"La ausencia, que se prolongará por varios meses, me impedirá redactar los próximos números. Además, debido a mis años -friso en los setenta- pienso que en adelante no podré ya afrontar toda la responsabilidad que implica la dirección de un órgano tan importante como lo es actualmente la Revista difundida en todo el mundo hispano-americano.

"Esto no quiere decir que me alejaré de los muchos amigos y lectores con los que estoy vinculado por lazos de íntima amistad espiritual y unido en el amor a la divina palabra de la Sagrada Escritura. Seguiré, al contrario, en cuanto Dios me dé fuerzas, colaborando con el Rev. P. Bernardo Otte, Prof. de Sagrada Escritura en el Colegio  Apostólico de Villa Calzada, quien desde hoy en adelante tomará sobre sus hombros la carga que yo he llevado solo durante más de doce años...

"Doy gracias a Dios que en estos años me ha confortado con el consuelo de las Sagradas Escrituras (Rom 15, 4) y me ha dispensado no sólo el favor de dirigir esta Revista sino también el privilegio de traducir la Biblia entera y difundir los santos Evangelios y otros textos bíblicos en más de un millón de ejemplares.

"Agradezco también a todos los colaboradores, suscriptores y bienhechores, la fidelidad y el tesón con que han sostenido nuestra Revista. ¡Que Dios los colme de bienes imperecederos!".

Y a su sucesor le escribe una carta en alemán, en la cual entre otras cosas, le dice:

Al P. Bernardo Otte, Director de la Revista Bíblica.

Muy Reverendo Padre:

El 15 de noviembre cesa mi desempeño como director y propietario de Revista Bíblica y el mismo pasa a sus manos. Lo felicito por ello de corazón y le deseo las más abundantes bendiciones de Dios.

(...)

Uno podría preguntarse cuál ha sido hasta el momento el espíritu de la Revista. Creo que el mismo de las notas de la edición de la Biblia. Yo subrayo muy en especial el pensamiento del amor paterno de Dios, la idea  de  la  filiación  divina,  del  amor  fraterno,  y  la esperanza en la vuelta de Cristo. Particularmente el último dogma, que en la teología y en la pastoral de hoy apenas recibe realce, tiene un enorme valor práctico. Yo no reniego nunca contra los milenaristas, pues sé que muchos Padres de la Iglesia, es decir, todos antes de Jerónimo, en cuanto creían en la autenticidad del cuarto evangelio, eran milenaristas, y que, de entonces a hoy, el milenarismo no fue prohibido, sino que sólo se dijo de él que "tuto doceri non posse" (Decreto de la Congr. del Sto. Oficio). Uno puede, sin embargo, también sin ser milenarista, decir mucho sobre las realidades últimas y yo lo he intentado en mis notas. Ante todo, debiera Ud. resistir a las tendencias demoledoras de la exégesis moderna puramente científica que todo lo que no entiende, lo reduce a metáfora y alegoría. Con ello le resta al pueblo creyente mucho de la esperanza en las realidades futuras.

General aceptación han obtenido entre el círculo de lectores la sección "Respuestas" y la antigua sección "A través de la Biblia". Lo último no es difícil de continuar, si Ud. toma un pasaje con abundante contenido espiritual y lo desarrolla sin términos técnicos teológicos y lo aplica a los hombres de hoy. Evitar las expresiones técnicas innecesarias es muy importante. Se debería intentar siempre encontrar formas actuales de expresión. Dado que Ud., creo yo, proviene de la teología dogmática, no le será fácil encontrar en seguida las expresiones correctas, pero con el tiempo ya se dará.

Polémicas, en lo posible yo las he evitado, incluso la polémica con los protestantes. Tenemos tareas más positivas. Por lo demás, cuentan entre los lectores también Pastores protestantes.

(...)

Nunca me han faltado colaboradores para la 1° sección (Estudios y Documentos). Si llegaren a faltar, debe Ud. dirigirse a los exégetas o traducir artículos de revistas europeas.

Por el contrario, no resulta fácil conseguir colaboradores apropiados para la 2° Sección (La Biblia y la Vida Cristiana), puesto que aquí todo depende del espíritu. Debe entonces uno buscar mucho hasta  descubrir debajo del fárrago de artículos que pretenden ser piadosos, una sana piedad bíblica, que se atreva a colocar en el centro a Dios y a Cristo y al Espíritu Santo. Sea Ud. intrépido en desechar todo lo que se oponga a esta piedad.

* *  *

Straubinger había escrito sobre su trabajo:

"La tercera característica consiste en las  notas, que, a la vez, revisten el carácter de comentarios o pequeños artículos. No nos toca a nosotros hablar de su valor -juzgen de ello los críticos- pero sí del método adoptado a la explicación del texto sagrado.

Atribúyese no sin razón a nuestra época, una fecundísima restauración de los estudios bíblicos,  que es semejante a una primavera floreciente, a la que ha de seguir una rica cosecha de frutos espirituales.

Presenciamos, en verdad, una primavera bíblica. Los Sumos Pontífices, desde León XIII, no se han cansado de recomendar al pueblo cristiano la lectura de la Biblia.

El Papa Pío X dice al respecto: "Queriendo renovarlo todo en Jesucristo, nada deseamos más que el acostumbrarse nuestros hijos a tener la Sagrada Escritura para la lección cotidiana. Con ello se puede conocer mejor el modo de renovar todas las cosas en Jesucristo".

Benedicto XV alaba de modo especial a los que se dedican al apostolado bíblico y dice que "este apostolado ha sido por cierto singularmente fecundo para la Iglesia de Dios, puesto que así un gran número de almas se acercan desde entonces a esta mesa de doctrina celestial que Nuestro Señor ha hecho poner para el universo cristiano, por medio de sus profetas, apóstoles y doctores". La encíclica Divino Afflante Spiritu de Pío XII, es el coronamiento de los esfuerzos pontificios que tienen a hacer de la Biblia la lectura cotidiana de los fieles. "Favorezcan, dice el Papa a los Prelados, y presten su auxilio a todas aquellas pías asociaciones que tengan por fin editar y difundir entre los fieles, ejemplares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente los Evangelios, y procurar con todo empeño que en las familias cristianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas".

"Por todo esto se ve que los Sumos Pontífices desean que la Biblia llegue al pueblo, y no solamente a los sacerdotes y laicos cultos. "Síguese de ésto la inmensa responsabilidad de los comentaristas, sobre quienes pesa la divina misión de explicar al pueblo la palabra que tiene el poder de salvar las almas (Sant. 1, 21; cfr. Rom 1, 16). No negamos la necesidad de la crítica textual, ni tampoco el valor de las notas filológicas, históricas, geográficas, arqueológicas, y gracias a Dios tenemos ese aparato científico en muchas ediciones; mas no olvidemos que en las publicaciones bíblicas que se dirigen al pueblo, no debe faltar el método patrístico, que ante todo busca en la Escritura las verdades doctrinales y las enseñanzas prácticas para llevar una vida de más en más cristiana.

"En la revista Cultura bíblica (Febrero de 1950, no 69, págs. 34-35) encontramos algunas observaciones tomadas de un artículo de la revista Civilta Cattolica que enfocan acertadamente la dificultad que hoy día se presenta al exégeta católico. El articulista cita las palabras de von Dobschütz, quien dice que la Biblia no es una colección de documentos importantes para la historia o la lengua; es un producto de la piedad religiosa, por lo cual sólo un hombre piadoso puede explicar bien este libro; "será buena únicamente aquella exégesis que avive la caridad y sentido religioso, que enfervorice la piedad, embebida en el afecto piadoso del autor, que se tranfunde a los lectores". Se sobreentiende la inspiración de la Biblia.

"A más de  sumamente sencillo,  nuestro método no es nada nuevo.

"Teniendo en cuenta el ambiente en que vivimos y para el cual escribimos, damos preferencia a la explicación práctica, destacando las ideas fundamentales de la Biblia y mostrando su aplicación en la vida.

"Sobre todo hemos procurado mostrar la armonía que existe entre los dos Testamentos y la coincidencia de los pasajes paralelos, a fin de que el lector tenga siempre a la vista la unidad viva de las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, pudiendo así deleitarse con las luces que el Nuevo Testamento arroja sobre el Antiguo.

"Este método no excluye las notas científicas y técnicas, porque la interpretación práctica sólo tiene valor cuando se funda sobre una ciencia exegética precisa.

"No fue posible comentar detalladamente  todos los libros. Esto hubiese exigido algunos tomos más de los que el editor había proyectado. Por eso nos hemos concentrado especialmente sobre el Génesis, los Salmos, el Cantar de los Cantares y los Profetas, vale decir, sobre aquellos libros que oponen más problemas o son de especial importancia para la vida religiosa".

Ya antes, en su edición de la Vulgata, decía:

"No raras veces se nota cierto desinterés respecto del Antiguo Testamento, como si pudiéramos prescindir del mismo. Nada más peligroso que esto. La historia nos enseña que una vez rechazado el Antiguo Testamento, el Nuevo no puede mantenerse. Por lo cual, la Iglesia los defiende a ambos, sin distinción, y excluye de su seno a quienes se atrevan a atacar una sola página del Antiguo Testamento, pues ambos son ríos procedentes de la misma fuente: el mismo Espíritu Santo es inspirador de todos los escritos sagrados, desde los cinco libros de Moisés hasta el Apocalipsis de san Juan. Rechazar uno de ellos equivale a rechazarlos todos.

"Los libros santos del Antiguo Testamento son palabra de Dios y parte orgánica de su revelación... Solamente la ceguera y la terquedad pueden cerrar los ojos ante los tesoros de saludables enseñanzas encendidas en el Antiguo Testamento. Por tanto, el que pretende que se expulsen de la Iglesia y de la escuela la historia bíblica y las sabias enseñanzas del Antiguo Testamento, blasfema de la Palabra de Dios, blasfema del plan de salvación del Omnipotente y erige en juez de los planes divinos un estrecho y restringido pensamiento humano.

Niega la fe en Jesucristo, aparecido en la realidad de su carne, que tomó la naturaleza humana en un pueblo que después había de crucificarlo. No comprende el drama universal del Hijo de Dios que al delito de sus verdugos opuso, a fuer de Sumo Sacerdote, la acción divina de la muerte  redentora, con  lo  cual  dió  cumplimiento  al  Antiguo Testamento, lo consumó y lo  sublimó  en  el Nuevo Testamento".  (Pío XI en la encíclica Mit brennender Sorge).

"Por eso, nos hemos empeñado en mostrar, en las notas explicativas, esa maravillosa unión de los dos Testamentos, que san Agustín, con inimitable concisión, encierra en la fórmula inmortal: In Vetere  (Testamento) Novum latet, in Novo Vetus patet, esto es: en el Antiguo Testamento está escondido el Nuevo y en el Nuevo se manifiesta el Antiguo. El Espíritu Santo trazó de ante mano el plan de la Revelación divina y lo desarrolló en varios períodos,  comenzando  por  el  Protoevangelio  en el paraíso y las revelaciones dadas a los Patriarcas, a Moisés, a David y a los Profetas, hasta que, en la plenitud de los tiempos, llegara El que es el cumplimiento de la Ley antigua: "No penséis  que Yo he venido a destruir la Ley o los Profetas; no he venido a destruirlos, sino a darles cumplimiento. En verdad os digo, que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la Ley, hasta una sola jota o ápice de ella"  (Mat. 5, 17 y  18).

* *  *

Straubinger dijo de sus notas, que las juzgaran los críticos. He aquí algunos juicios de escriturístas europeos de nota.

El P.M.E. Boismard escribía en la Revue Biblique: "Lo que caracteriza la edición, y que explica la amplitud de la obra, son notas abundantes, que adquieren la importancia de un pequeño comentario. Ellas serán preciosas para el gran público de los fieles, pues elaboran con riqueza el contenido teológico y espiritual del texto sagrado... Verdaderamente esta obra es una bella realización que hace gran honor a la América Española".

Bíblica, la revista del Pontificio Instituto de Roma, publicó la opinión del P. J. Bonsirven, que decía: "Muchas de las notas son simplemente para la edificación, otras arrojan luz exegética, histórica y teológica; su elección y su espíritu denotan un apóstol científicamente bien informado y siempre cuidadoso de aclarar las inteligencias y de estimular las voluntades..."

El P. J. Leal, en la revista Razón y Fe, decía: "Traducción fiel y muy castellana. No es una traducción más del original, sino un verdadero comentario. Un comentario completo de todo el Nuevo Testamento no teníamos hasta ahora en castellano... Muy útil para la meditación y la predicación".

También en Estados Unidos se conoció la obra. El P. D. Rubio, escribía en The Catholic Quarterly: "Hasta la fecha no he visto tal número de notas explicativas en una Biblia traducida en primer lugar para el pueblo (the common people)... Las citas y pasajes han sido seleccionados con un criterio profundamente  espiritual, prueba de un vasto conocimiento de la Sagrada Escritura".

En 1956, la Biblia platense apareció en Chicago, en lujosa edición, como Edición familiar.

El 20 de Noviembre de 1951, partíamos para Alemania. Monseñor no volvería a la Argentina. Resentida su salud, decidió quedarse en su patria.

Supimos que seguía la suerte de sus publicaciones, enviaba artículos, y daba clases de Biblia a los jóvenes.

El 23 de marzo de 1956, víspera del Domingo de Ramos, concluía sus días sobre la tierra, en Stuttgart, este infatigable sembrador de la Palabra. Sus restos mortales fueron llevados a su Esenhausen natal, y sepultados en el cementerio adyacente a la iglesia de san Martín. Una sencilla lápida lleva la fecha de su nacimiento, su ordenación sacerdotal y su fallecimiento. Una estatua de la Virgen con el niño Jesús, se eleva sobre una pieda labrada, que lleva esculpida  una oración: Madre de los sacerdotes. ¡Ruega por nosotros!


Cuando la Facultad de Teología de la Universidad de Münster le concedió la medalla Bene merenti junto con el título de Doctor en Teología honoris causa, la "laudatio" que justificaba la distinción, lo llamaba: Jerónimo de toda la América del Sur.

Mons. Straubinger y su traducción de la Biblia


Monseñor Juan Straubinger y la Biblia de Hispanoamérica

P. NÉSTOR SATO

El 27 de noviembre de 1999, el matrimonio del Río y quien escribe esta breve semblanza, fuimos recibidos, en su domicilio de la ciudad de La Plata, por Monseñor Juan Carlos Ruta, principal discípulo de Mons. Straubinger en nuestra patria, el cual abrió con generosidad, para nosotros, el arcón de sus recuerdos referentes al sabio y santo biblísta, cuya figura queremos ayudar a conocer. De esa extensa entrevista, del folleto que hace años escribió Mons. Ruta sobre su maestro, de los datos que nos consiguió de Alemania Mons. Jorge L. Lona, Obispo de San Luis, y de los cuatro artículos sobre Mons. Straubinger que nos hizo llegar la embajada de la República Argentina en la República Federal de Alemania, hemos sacado los rasgos de este gran hombre de ciencia y de la Iglesia. Lo esencial sin embargo lo debemos a Mons. Ruta, cuyo testimonio tiene el valor irremplazable de la inmediatez y de la calidez de un aprecio que se ha mantenido intacto a pesar del paso de los años.

Hay personas cuya existencia es un don muy especial que Dios hace a su Iglesia, pero que primeramente comienzan siendo un don muy particular para una parte puntual de ella. Tal es el caso de la presencia en la Argentina de Monseñor Juan Straubinger y su invalorable obra bíblica, que pronto trascendió nuestras fronteras y cubrió como marea bienhechora a todos los países de Hipanoamérica.

La relevancia de su obra fue reconocida por la Facultad de Teología de la Universidad de Münster, Alemania, la cual al otorgarle por ella el título de Doctor Honoris Causa, daba la razón de esa distinción al llamado El San Jerónimo de Sudamérica.

En nuestra época, tan estéril de grandes cosas, pero fecunda en hueco ruido y pirotecnia, ¿ha quedado alguna huella de la notable obra de este gran hombre para fertilizar nuestra desolada memoria?

¡Ciertamente que la hay y aun revivificada! 

La ciudad de La Plata, que ha enriquecido religiosa y culturalmente a nuestra patria dando un gran paso hacia la terminación de su hermosa catedral, ha protagonizado ahora otro evento que no va en zaga al anterior: la reedición de esa bella catedral de sagradas palabras y sabios comentarios que es la Biblia en la versión, internacionalmente apreciada, que en su momento realizó Mons. Juan Straubinger de los originales hebreo y griego, editada en 1° edición por Descleé de Brouwer, Buenos Aires, en cuatro tomos y agotada luego; reeditada por el Club de Lectores, Buenos Aires, en dos tomos y agotada también; reeditada en Norteamérica, en edición de lujo y ahora reeditada en España, en un solo tomo por el Apostolado Mariano y aprobada por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, con un Prólogo y Estudio del conocido biblísta Benjamín Martín Sánchez quien dice en dicho Prólogo:

Straubinger tradujo esta Biblia toda entera de los textos originales hebreos y griego.

Los que conozcan bien estas lenguas, reconocerán que está perfectamente traducida con su propio estilo, y confirman (esto) los testimonios de muchos biblístas a quienes he oído decir que es una de las mejores versiones.

El error en esta edición española, muy prolijamente impresa y hermosamente ilustrada, es la reducción de las Notas de Straubinger, con lo cual ha decepcionado a quienes esperaban el instrumento completo e inigualado, a nivel mundial, entre las Biblias manuales.

Pero he aquí que un grupo de católicos argentinos, ha tenido la inteligencia y la intrepidez  de editar esta Biblia  con  la totalidad  de sus valiosas Notas, en un solo tomo, papel biblia y sólida encuadernación, impresa en los talleres gráficos de la Universidad Católica de La Plata con la moderna maquinaria alemana.

Este acontecimiento editorial es una gota de dulzura en los amargos momentos que nos toca vivir, pues revela las secretas energías, las reservas de vitalidad que todavía hay en nuestro pueblo, al que tenebrosas fuerzas quieren reducir a nulidad.

Pero, ¿quién fue Straubinger, este sabio hombre de ciencia y piadoso y fecundo hombre de Iglesia? ¿y de qué medios se valió la Providencia para escamotearlo a su patria y a su lengua natal, para ampliar su destino, haciéndolo misionero de la Palabra Divina en los múltiples países de habla castellana?

* * *

Nació Straubinger el 26 de diciembre de 1883, en Esenhausen (Baden Würtemberg), en una chacra de la zona rural de la Alta Suabia, sur de Alemania. Su padre, Francisco Javier, su madre Crescencia Baumann.

A la influencia de ésta su patria chica deberá él, en parte, ese carácter tranquilo y voluntarioso, jamás airado, ese espíritu sereno y equilibrado, esa consistencia espiritual y psíquica que a Mons. Ruta, su más allegado discípulo, le hacía recordar la paz bíblica.

Allí crece, en esa región con mayoría casi absoluta de católicos aunque bajo el gobierno de un rey protestante y con algún contacto también con separados de la Iglesia, zona abundante en conventos y catedrales y también en institutos de caridad para asistir a variados dolores humanos.

Despertada su vocación sacerdotal, realiza los estudios correspondientes en la facultad de teología de la Universidad de Tubinga y lo hace en forma descollante, ya que es el primero en un curso de treinta y nueve alumnos.

De Straubinger estudiante, pudo decir el Rector del Convictorio de Retweil, que era idealista más de lo conveniente y que aspiraba a alturas adonde otros no podían seguirle, lo que fue para él, más de una vez, fuente de amargas decepciones. Pero que no era Straubinger un orgulloso neciamente envanecido de su talento, sino un hambriento siempre dispuesto a aprender más.

Recibe la ordenación sacerdotal el 17 de julio  de 1907. Durante dos años realiza tareas pastorales en Ellwangen, Rechberghausen y Stuttgart.

A partir de 1909 enseña hebreo en Tubinga y en la misma ciudad es asistente de estudios en el Wilhelmstift, en donde residían los seminaristas que iban a las clases en la facultad de teología. Ahí actúa como ‘repetidor’, es decir, como ayudante de cátedra en Nuevo Testamento y Moral.

En 1912 se doctora en la Universidad de Tubinga en "Lenguas orientales" con una tesis sobre las variantes dialectales del arameo y se doctora también en "Historia comparada de las religiones" con una tesis sobre "La leyenda siria del descubrimiento de la Cruz". Por eso podrá decir Mons. Ruta con toda verdad: "Treinta y ocho años más tarde (de su doctorado), sus Notas al Antiguo Testamento nos sorprenderán por el conocimiento que revela de las distintas religiones orientales."

Ese mismo año, su obispo lo envía a perfeccionarse en ciencias bíblicas al Instituto Bíblico de Roma y allí es capellán de la iglesia de los alemanes S. María dell'Anima. En esa ciudad prosigue también su estudio del idioma árabe que llega a dominar.

El Instituto Bíblico le otorga una subvención que le permite viajar a Palestina en 1914. El Instituto de la Görres-Gesellschaft de Jerusalén también le concede una beca.

En ese año sueña e intenta algunas aventuras de arqueólogo bíblico descubridor de manuscritos, pero aconteceres extracientíficos y sobre todo la Primera Guerra Mundial le cierran ese camino. Durante esa guerra su obispo lo manda a Turquía como capellán de la marina alemana. Allí aprende el idioma turco, que como el árabe, habla corrientemente. En Turquía organiza comedores para necesitados, hogares para soldados y hospitales.

Terminada la guerra vuelve a Alemania y, joven científico de treinta y cinco años, piensa dedicarse a la enseñanza universitaria y a la investigación, pero su obispo lo nombra secretario de Caritas en Stuttgart y le encomienda la tarea de organizar Caritas en toda su diócesis de Roten­ burgo. En ello va a trabajar veinte años, hasta 1937, como su Director.

Alguien podría pensar que esta destinación era cortar neciamente las alas a un águila que prometía tanto vuelo en el firmamento de la Divina Palabra... pero no era así. Su obispo, Mons. Paul Wilhelm von Keppler, piadoso exégeta y sabio profesor de Tubinga y Friburgo, lo había alentado y guiado en su vocación bíblica y ciertamente no sería su intención malograr tal vocación, pero Alemania salía de una guerra con grandes heridas y las obras asistenciales de la Iglesia podían ser una necesaria expresión de la caridad cristiana.

Por otra parte, Mons. Von Keppler sabía que Straubinger era un intelectual de raza y que jamás iba a traicionar su estirpe convirtiéndose por obra y gracia de un reduccionismo demencial, en un mero asistente social; y también, sin duda, el sabio obispo preveía que ese contacto directo con el hombre común y doliente y con las necesidades espirituales y materiales de un país derrotado iban a enriquecer la vida del exégeta, evitando que se convirtiera en un ratón de biblioteca que estudia, piensa y escribe para otros ratones de biblioteca. Y, efectivamente, es con la experiencia de Caritas que se produce el gran giro en la vida de Straubinger.

Se dio cuenta que hasta entonces había vivido y estudiado en un mundo de especialistas y para especialistas y aunque ya había practicado la caridad en lo material, durante la guerra y ahora lo estaba haciendo en la paz, se dio cuenta de que no había utilizado su poderoso talento para practicar algo aún más importante, la caridad intelectual... el hacer llegar el pan del espíritu a los "pobres", a los "pequeños". Y así es que en adelante y partiendo siempre de las más sólidas bases científicas, porque él afirmaba que: "la interpretación práctica sólo tiene valor cuando se funda sobre una ciencia exegética precisa", su trabajo y estudio bíblico se van a orientar a iluminar y alimentar la vida cristiana de la gente común, con llaneza pero sin perder altura ni profundidad. Aquí nace esa nueva orientación de sus esfuerzos que van él fructificar en su obra maestra: su versión de la Biblia al castellano, comentada para la vida, ese poner al alcance de los "pequeños" el tesoro escondido de la sabiduría sobrenatural, para ayudarlos a vivir sabia mente según Dios.

Pero en tanto, ¿qué hace en Caritas?

Straubinger no defrauda a su obispo y se revela como un excelente organizador de obras asistenciales y eficaz hombre de acción. Entre la muchas obras fundadas o impulsadas por él, citemos sólo la creación en 1931, en Wangen, pequeña ciudad a 30 km. de la frontera con Suiza, de un Sanatorio de 400 camas para tratar niños tuberculosos, dotado del más moderno instrumental médico y con fama en el exterior por la calidad de sus trabajos científicos, y citemos también la creación de una empresa de seguros para que fuera fuente de recursos para Cáritas, empresa que en 1952 seguía funcionando en su edificio de tres pisos, lo mismo que el Sanatorio antes mencionado.

¿Y la Biblia?

No la olvida, pero su preocupación ahora es difundirla. En septiembre de 1933 funda en Stuttgart el "Movimiento bíblico popular católico" que todavía en 1963 estaba en pleno florecimiento con el nombre “Obra bíblica católica”. Funda también la editorial Keppler, para editar y difundir la Biblia del mismo nombre. Escribe además, en colaboración, una Iniciación bíblica, y en colaboración también, una Concordancia con 64.000 citas bíblicas.

A esta vida de multiformes facetas donde se entrecruzan tan disímiles elementos: el estudio y la acción, el misterio de Dios y el dolor humano, lo material y lo espiritual, también debemos agregar que Straubinger no estuvo totalmente ausente de la vida política de su patria, ya que en una oportunidad en que las circunstancias así lo requerían, él sin desdoro de su condición de religioso brindó su más enérgico apoyo al Partido Centro, que lideraba en ese momento la participación de los católicos en la vida pública de su país.

Nos acercamos ahora a un momento clave de la vida de Straubinger. Corre ese año 1937 en que se desencadenan  los acontecimientos que darán lugar a su exilio de Alemania y su venida a la Argentina. Todo lo que él había vivido y aprendido hasta entonces, había sido una larga preparación para una importantísima misión que lo aguardaba, pero no como él soñaba, en su amada patria, sino en tierras muy lejanas de lengua desconocida... pero eso él lo ignoraba. Tenía cincuenta y cinco años de edad y sólo le restaban trece años para poder cumplir la misión que le esperaba... pero tampoco eso lo sabía. Más de pronto, la Providencia por medio de causas segundas, como habitualmente acostumbra, se abatió sobre él como un ave de presa y lo arrebató hacia su magno destino.

El Nacionalsocialismo, ya en el poder,  había desatado una campaña de calumnias contra la Iglesia Católica en Alemania. Un domingo de 1937 se leyó simultáneamente en todas las iglesias de todas las diócesis del país,  una  extensa  carta refutando  esas calumnias.

La policía secreta, buscando al autor de la carta, sospechó de Straubinger, que ya se había enfrentado con las autoridades por defender la identidad y la libertad de las obras asistenciales de la Iglesia, pues los nazis, a partir de 1933, habían pretendido apropiarse de la red caritativa que él había creado. Por ciertos indicios obtenidos de allegados a Straubinger mediante apremios ilegales, la sospecha se convierte, para ellos, en certeza y con esto queda sellada su suerte y se inicia su cacería.

Es domingo cuando la policía va a apresarlo, pero él había ido a visitar el Sanatorio de Wangen y allí, por teléfono, logran avisarle que es perseguido. Straubinger siempre llevaba consigo, en esos tiempos de terrible inseguridad personal, su pasaporte y entonces, con fría audacia, y con sólo un portafolio y un paraguas, toma el tren y pasa a Suiza. Al día siguiente se cierran para él las fronteras de Alemania. Muchos años más tarde, confidenciaría a su hijo intelectual argentino que no fue él quien escribió la famosa carta, pero sí quien organizó su distribución nacional y con tal eficacia, que burló a todo el sistema de detección y control de uno de los más perfectos sistemas policiales totalitarios. Los cristianos del tiempo del Anticristo harán bien en invocar entonces la intercesión y las sugerencias de Straubinger.

En Suiza, una comunidad de religiosas alemanas le da refugio y el obispo del lugar le autoriza a permanecer sólo un año en la diócesis porque hay demasiado clero. Él comienza a estudia portugués ya que en Brasil hay muchas colonias alemanas, pero no es en el escenario muy limitado de ese idioma donde Dios lo quiere. Por eso, Él hace que un día, en dicha Casa Religiosa, Straubinger se encuentre con Mons. Enrique Mühn, hijo de alemanes y primer obispo de Jujuy, quien lo invita a venir a su diócesis. ¡Ahora sí Dios habla con claridad, y Straubinger acepta la invitación y el desafío! No conoce el idioma castellano, pero lo aprenderá en el viaje a la Argentina y llegará a hablarlo con perfección, sin errores gramaticales y sin acento extranjero, aunque lo hablará con lentitud. A esta testificación, Mons. Ruta añadirá que al predicar Straubinger en castellano, su expresión tenía un cierto dejo de timidez, pero cuando lo hacía en su idioma natal, su voz tenía otro vigor, observación que me fue confirmada por Mons. Mancuso, que también fue alumno suyo.

Ya en la Argentina, Mons. Mühn le confía la parroquia de San Pedro, la segunda ciudad en importancia de la Provincia, y allí fue durante 2 años un párroco celosos de sus deberes y donde mucho tiempo después, todavía recordaban su preocupación por los necesitados; pero él tampoco olvidaba su preocupación por la Biblia, y allí en ese rincón perdido de nuestra Patria, funda la Revista Bíblica, que inaugura ese movimiento bíblico que pronto se extenderá a toda Hispanoamérica ya que en todos los países que la integran tendrá la revista suscriptores y corresponsales. Mons. Mühn, con gran sentido de Iglesia, no se resigna a que un talento superior como el de Straubinger carezca de un campo de acción más amplio y provechoso para una porción mayor de la Iglesia y por eso interesa en él al arzobispo de la Plata, Mons. Chimento, en cuyo Seminario había vacado la cátedra de Sagrada Escritura (otra vez la mano de la Providencia) que es ofrecida entonces a Straubinger. Helo pues ahí, investido de la misión de abrir a futuros sacerdotes el ámbito de las lenguas bíblicas y las profundidades de la  Sagrada Escritura.

Y una tarde de Pascua del año 1940, sin equipaje, tal como había salido de su patria, con desnudez apostólica, llega al Seminario de la Plata. Sólo tiene su fe, su amor a Dios, su pasión por la divina Palabra, el archivo de su mente lleno de fruto de tantos años de estudio, y lo arcano de su corazón colmado de experiencias religiosas que lo capacitan para comentar la Biblia, como pronto lo hará, no como mero profesor de Sagrada Escritura, sino como sólo un hombre religioso puede comentar ese Supremo Libro Religioso.

Aquí comienza la etapa más fructuosa de su fecunda vida, la etapa para la cual lo habían preparado todas las anteriores etapas.

¡Cómo ama Dios a la Argentina! Preparó para Ella durante toda una vida a un notable sabio europeo, y cuando esta preparación estuvo completada, lo atrajo a Ella para que en Ella volcara todo lo adquirido, haciéndola luego vehículo, para que a través de Ella, esa sabiduría bíblica-viviente se transfundiera  todos los países de habla castellana.

Y ahí está el sabio preparado por Dios, a la puerta de ese Seminario que será su lugar de vida y de trabajo durante los próximo once años, porque tal es el resto de tiempo que le queda para cumplir su misión en Sudamérica: la de abrir las puertas de la Biblia y enseñar a asomarse a la profundidad de sus misterios, a los futuros dispensadores de los Misterios divinos; la de corregir y anotar la versión de la Vulgata hecha por Petisco-Torres-Amat; la de realizar en el Nuevo Mundo la primera traducción completa al castellano de los textos originales de la Sagrada Escritura, y la de anotarlos para la vida con una profusión que en su nivel no tiene semejante en ningún otro continente; la de encontrarse repetidas veces con ese gran estudioso del Apocalípsis que fue el P. Leonardo Castellani para intercambiar ideas sobre los puntos difíciles de éste Sagrado Libro, en una valiosa armonía de enfoques tanto en la interpretación del sagrado texto como en la interpretación de los actuales acontecimientos mundiales y su posible vinculación con los anuncios del vidente de Patmos; la misión de dirigir y expandir la acción internacional de su Revista Bíblica; la publicación, en distintas editoriales, de veintitrés volúmenes de su especialidad; y cuando termine la Segunda Guerra Mundial, ese inmenso conflicto que laceraba su corazón, la misión de promover junto a otras personas de raíz germana, la obra internacional de ayuda a Alemania… y dispone sólo de once años para realizar toda su obra, y él no lo sabe… pero va a trabajar como si lo supiera.

Trabaja todos los días del año, y en esos fundamentales once años sólo una vez se toma vacaciones, yendo a Coronel Suárez, al hospital de la ciudad, cuyo capellán era un sacerdote alemán amigo suyo. Sus jornadas de trabajo en el Seminario, aparte de cumplir sus deberes como capellán del Hospital italiano y de atender sus clases de profesor, suman diez horas diarias y a veces más, de tares tenaz, incansable, metódica y disciplinada, en su escritorio, yunque donde ese fino orfebre (era filólogo profesional y a su muerte Mons. Ruta llegó a contar más de 20.000 fichas eruditas de su maestro) va cincelando y acuñando en castellano, buscando la más exquisita precisión, la verdad de la Palabra Divina. Su aprovechamiento del tiempo en el cumplimiento de su misión hacer recordar aquel voto intrépido de S. Alfonso de Ligorio, de no dejar pasar ociosamente ni una partícula de tiempo. Straubinger vivió esa misma postura y decía que “hay que aprovechar hasta los cinco minutos”. Él no tiraba ningún pucho de tiempo y aprovechaba, en la construcción del Reino, el menor manojo de minutos para poner un ladrillo más. Y es dentro de ese enfoque que él atendía a la gente, con amabilidad, pero con brevedad, y cuando una entrevista se prolongaba más de lo razonable, solía cortarla diciendo: “Usted debe estar apurado y yo también”.

A ésta ascesis y aplicación heroicas se debe en parte la magnitud de lo que produjo, la otra parte se debe al talento con que Dios le dotó en tan alto grado, y otra parte secretísima se debe al patrocinio de San Juan Evangelista, cuyo nombre él llevaba y cuya fiesta celebraba todos los años piadosamente.

La ración de tiempo que Dios había concedido a Straubinger se estaba agotando. Él la había gastado con inteligencia y enérgica fidelidad. Sus sienes ya estaban blanqueadas y su salud no escapa a la injuria de los años. Había dado el mundo hispanoamericano los frutos plenos de su madurez laboriosamente alcanzada y ahora el buen servidor del Señor de la Palabra puede cantar el Nunc Dimittes y encaminarse sereno hacia el ocaso.

Transfiere a otras manos las Revista Bíblica y con la salud resentida retorna en noviembre de 1951 a Alemania, en compañía de su fiel discípulo Mons. Ruta. Allí es operado y allí se queda, por consejo médico, aunque su intención era volver a Argentina.

Se reincorpora a Cáritas en Stuttgart, da clases de Biblia a jóvenes, sigue con interés la suerte de sus publicaciones en Sudamérica y envía artículos a su sucesor en la Revista Bíblica. Cuando cumple los setenta años es nombrado Prelado de la Casa Pontificia. 

En 1955 vuelve a ser designado presidente del Apostolado Bíblico católico de Alemania que había sido fundado por él en 1933.

Su domicilio en Stuttgart, Alexanderstrasse n° 3, siempre estaba abierto a la inteligencia, a la amistad y a la necesidad, pero Nuestro Señor ya había terminado de prepararle su domicilio eterno y lo pasó a buscar el 23 de Marzo de 1956 en el Hospital de María de Stuttgart, adonde lo había citado con la excusa de su precaria salud.

Tenía Straubinger setenta y dos años y tres meses de edad, cuando partió de allí en tan buena compañía hacia aquella maravillosa región donde no hay ya palabra que traducir, ni tiempo que racionar, ni abismos de misterios que sondear, porque la palabra se hace allí visión y mudo estupor, el tiempo se hace eternidad y el misterio, desnuda donación abismal para colmar nuestra mente y nuestro corazón, esos dos abismos hambrientos de ver, entender, poseer y amar a ese Dios Padre, Hijo y Espíritu de amor que allí se da, sin velos y sin intermedios, a esas creaturas suyas selectas que representan su imagen y llevan su semejanza, y que son su debilidad secreta.

Allí está Straubinger, y a él le pedimos nosotros, los tan torpes escolares del Espíritu Santo que bregamos todavía por la luz completa, en la umbrosa región de la parábola, del signo, la imagen y la analogía, que nos ayude desde la clara región de las plenas evidencias a seguir, según su ejemplo, deletreando incansable las Sagradas Letras, para merecer pasar, como él un día, de la consolación de las Escrituras (Rm. 15, 4) en el destierro, al éxtasis de la visión en aquella patria eterna del cristalino cielo.

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Y ahora, una última reflexión: ¿sobre qué ejes principales giró el pensamiento y la acción de Straubinger?

Podemos hallarlos en su mayor parte en sus Notas a la Biblia y en su obra Espiritualidad Bíblica, Platín, Buenos Aires 1949, donde se recopilan estudios y artículos publicados en diversos periódicos y en la Revista Bíblica. Ya en el Prólogo de esa obra él señala algunos de esos ejes fundamentales y los indica con toda claridad en una carta a su sucesor de la Revista Bíblica. De allí los tomamos y los comentamos.

El Padre Celestial, justo, misericordioso, benigno, paternal. De esta valorización de la paternidad divina le viene a Straubinger la valorización de la infancia espiritual, como la postura sabia y adecuada de la creatura ante la ternura paternal del Creador. De ahí su aprecio por Santa Teresa del Niño Jesús, el apóstol de esa postura, cuyo valor doctrinal él tempranamente descubrió y utilizó en su Notas a la Biblia y está presente en otros lugares de sus escritos como algo muy importante y que caló profundamente en su alma.

Jesús, Maestro y Modelo, Camino hacia el Padre y centro de la Biblia.

Biblia, su amor apasionado por ella, por toda ella. Él mostraba la maravillosa unión de los dos Testamentos y desaprobaba enérgicamente el desinterés de algunos por el Antiguo Testamento y afirmaba que rechazar uno era rechazar el otro y citaba en su apoyo el inolvidable axioma de San Agustín: In Vetere Novum latet, in Novo Vetus patet, que perifrásticamente podríamos traducir así: "El Nuevo Testamento, en el Antiguo, en semilla está velado; y el Antiguo, en el Nuevo, en flor y fruto está manifestado."

Caridad fraterna que cristalizó en dos vertientes: caridad material, haciendo siempre lo que estaba a su alcance para aliviar las necesidades de su prójimo en ese nivel, tanto en Alemania como en la Argentina; y caridad intelectual, queriendo compartir aun con los más "pequeños" toda su riqueza de saber bíblico. Movido por esa caridad y sin negar la necesidad de la crítica textual, ni el valor de las Notas filológicas, geográficas y arqueológicas, que no faltan en su Biblia, afirmaba "que en las publicaciones bíblicas que se dirigen al pueblo, nunca debe faltar el método patrístico, que ante todo busca en la S. Escritura las verdades doctrinales y las enseñanzas prácticas para llevar una vida de más en más cristiana".

Segunda Venida de Cristo: exiliado de su amada patria, sojuzgada por un régimen anticristiano y tiránico, escapado desnudo de todo, de ser encarcelado, torturado y quizás asesinado por un poder omnímodo, habiendo logrado huir sólo por una disposición de la Divina Providencia, Straubinger deja a sus espaldas todas sus raíces y afectos, sus emprendimientos truncados o en riesgo de desaparición, una Europa que se encamina al abismo de una guerra sin parangón en la historia humana, pero vaya donde vaya él sabe que debe seguir viviendo en un mundo del cual Pío XII en su primera encíclica dijo: "¿No se le puede quizás, aplicar la palabra reveladora del Apocalipsis: «Dices: Rico soy y opulento y de nada necesito y no sabes que eres mísero y miserable y pobre y ciego y desnudo» (Ap. 3, 17)?"

Y más adelante, hacia el final de la encíclica, ya desatada la temida 2° Guerra Mundial, Pío XII dice: "Los pueblos arrastrados en el trágico vórtice de la guerra, quizás están aún al comienzo de sus dolores (Mt. 24, 8)". Palabras que Straubinger comenta en su obra ya mencionada diciendo: "El Sumo Pontífice expresa su creencia de que estamos al comienzo de los dolores anunciados por Jesús en el discurso escatológico (Mt. 24, 9)". El mismo Papa que años después, termina su Mensaje de Pascua de 1957 con estas gravísimas palabras: "¡Cuántos corazones os esperan, oh, Señor! ¡Cuántas almas se consumen en el anhelo del día en que sólo Vos viviréis y reinaréis en los corazones! Ven Jesús, Señor nuestro, hay muchas señales de que la hora de vuestro regreso no está lejana".

Straubinger ya no estaba en la tierra para leer estas últimas palabras del Santo Padre, pero su pensamiento y su corazón hacía ya mucho tiempo se habían identificado con este enfoque de Pío XII, y teniendo como él el alma agobiado por un durísimo presente y apesadumbrada por un muy tormentoso porvenir, alzó la mirada al Libro del Apocalípsis, escrito para consuelo de los cristianos en las continuas persecuciones que los amenazaban y para despertar en ellos la “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13), y comentó profundamente éste consolador Libro y lo divulgó encarecidamente para compartir el consuelo de Dios con sus hermanos en tan extremoso tiempo. Él enseñó la virtud de “esperar al Señor en su Segunda Venida” (virtud y verdad tan olvidadas) y aún la posibilidad de apresurar esa venida (2 Pedro 3, 12) para arreglar este desquiciado mundo y erradicar para siempre este tenebroso manto de tinieblas que nos va cubriendo. Ya que Dios nos amó tanto que nos envió a Straubinger como en poderoso viático, le pedimos que conceda a este santo sabio el seguir ayudándonos fuertemente con su intercesión, en este luctuoso tiempo que poco a poco se va asemejando al que él vivió en Europa y lo llevó al exilio, con el agravante de que en este mundo globalizado, la única Ciudad de refugio no es ya ninguna Sudamérica, sino sólo las Manos de Dios, ese Dios en cuya paternidad y omnipotente ternura Straubinger enseñó a confiar.

N.B. No sería un despropósito desear que Mons. Ruta interesara a su Obispo en dar los primeros pasos hacia el reconocimiento de la santidad de vida de Mons. Straubinger por parte de la Iglesia, y que se le diera, jurídicamente, el testimonio que pocos como él tienen autoridad para dar.

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“En los últimos meses, quien lo visitara, podía verlo con uno de los tomos de la Sagrada Escritura, en la excelente edición comentada por Monseñor Straubinger o con el Breviario Romano que meditaba con asiduidad como un monje” (Juan Carlos Moreno, Hugo Wast, Eudeba, Buenos Aires 1969, p. 288)


(Tomado de Gladius 62, Año 2005, pags. 81-92)